El tercer ojo

5 Nov

blog_telefonoNi vampiros, ni fantasmas ni espíritus de Halloween, lo que da miedo de verdad es el tercer ojo de mi madre. Sí, ése que le hace radiografiarme con solo descolgar el teléfono, a pesar de los 500 kilómetros que nos separan.

-Hola.

-¿Qué te pasa?, ¿estás mala?, ¿te duele la cabeza?, ¿te has tomado algo?, ¿cuándo tienes que volver al acupuntor?, ¡acuéstate ya!

Todo eso según termino de decir tímidamente  –la.

-Que no, mamá, que no me pasa nada.

-A mí me vas tú a engañar…

Y lo más increíble de todo es que encima… ¡tiene razón! Así que después de despotricar de esos genes (herencia paterna, faltaría más) que me colocan en el top de migrañosas-hasta-la-peineta, mi apesadumbrada madre cuelga entre soplidos e hiperventilando, mientras se encomienda a no sé qué santos para que me quiten el dolor.

Inútil, inútil total, porque estoy convencida de que Santa Rita me hace vudú con eso de “lo que se da no se quita” y mis dolores de cabeza son más pertinaces que la sequía que nos lleva acechando desde no se sabe cuándo.

Pero mi madre es inasequible al desaliento, así que nada más amanecer se tira como poseída al teléfono para confirmar que todo el santoral la ha obedecido sin chistar como hace mi padre: “¿Qué, estás mejor?”. “Claro, mamá; estoy perfecta como siempre”.

Esa clarividencia sí que asusta, aterra, espeluzna. Dónde vamos a llegar. Es que una ya no puede ni mentirle a su propia madre, que todo lo adivina, todo lo predice, todo lo presiente, todo lo augura… Vamos, que estoy tan sensibilizada con el oráculo que cuando veo a Esperanza Gracia moviendo sus manitas alegremente en la tele, casi me da por llamarla “tita”. Y a un tris me encuentro de invitar a Rappel, Carlos Jesús y todos los habitantes de Raticulín a mis próximos eventos familiares.

Al margen de la sagacidad materna, el fin de semana largo ha sido provechoso. Debo confesar que soy de las que acogen alegremente las nuevas tradiciones. Y como mis niños nos pidieron fiesta de Halloween, fiesta de Halloween que tuvieron (que sí, que soy muy blanda, lo admito).

Yo me disfracé de bruja (más que nada por sentirme un día en el bando de algunas que no dejan la escoba ni para dormir. Y no, no voy a ser tan temeraria de señalar). Así que con Ada caracterizada de momia, con Teo de esqueleto y con mi santo, de zombie, nos montamos una Halloween party en casa para 12 infantes. Y lo pasamos genial. Hay que aprovechar al máximo estas ocasiones, que en menos de nada tus niños se convierten en relaciones públicas de la Joy Eslava, como Froilán, y vete tú a proponerles una fiestecita casera, ni aunque sea en el mismísimo Palacio Real.

Tal vez imbuido por el ambiente paranormal de estos días, y como no puede dejar reposando sus meninges, Teo me asaltó de nuevo: “Mamá, ¿cuántas dimensiones tienen las sombras?”. Estuve por simular que me entraba una llamada urgente al móvil, pero en un nanosegundo tuve que decidir si mandarlo a que le respondiera mi santo, que para eso ha estudiado una ingeniería, o telefonear a mi madre, que tiene línea directa con el universo astral.

No contento con la respuesta que su azorado progenitor le había proporcionado, y como estaba especialmente parlanchín, mi niño me atacó por otro flanco: “Mamá, ¿Jesús hace milagros?”. “Sí, hijo”. “Pues ojalá me arregle mi arco. Por cierto, mamá, ¿de dónde nació Jesús?”. “De la Virgen, ya lo sabes”. “¿Y la Virgen?”. “¿De san Joaquín y santa Ana?”. “¿Y el primer hombre y la primera mujer?”. “Pues fueron Adán y Eva”. “Sí, pero ¿cómo se crearon?”. “Pues los creó Dios”. “¿Y quién creó a Dios?”. “El estaba ahí desde siempre”. “Alááááá, qué morro, así le da tiempo a hacer de todo. Si no acaba algo un día, pues lo deja para dentro de mil años y solucionado…”. Pero, virgensantadelapiedadbendita, es que este niño va a llevarme directamente a la hiperhidrosis…

Al menos, ya tenemos los “deberes” hechos para Navidad, que hay que pensar en positivo. Pero es que yo ya no estoy para semejantes trotes mentales, que estos niños míos me agotan. ¿Por qué no les dará por aprenderse la alineación del Madrid a uno y por memorizar los capítulos de Violeta a la otra? No, ellos, ahí, sacando jugo de mi castigado cerebro. No tengo alternativa. Voy a tener que mandarlos una temporada con mi madre para que los instruya en el noble arte de la adivinación y así me dejen de preguntar.

Terry Gragera
@terrygragera

3 respuestas to “El tercer ojo”

  1. Mamá 5 noviembre, 2013 a 21:46 #

    No si ….haberlas haylas»!! ….

Trackbacks/Pingbacks

  1. Mi cosmólogo particular | Mamá, Periquito me quiere pegar - 29 octubre, 2014

    […] los dinosaurios durante la Creación y Teo estuvo muy, pero que muy ocupado tratando de descubrir cuántas dimensiones tienen las sombras y si la nada […]

Replica a Terry Gragera Cancelar la respuesta