Mi amiga Esther dice que nunca me quejo de mis niños. Y en parte es verdad. Me gusta “sufrir en silencio” esas pequeñas cositas que hacen que, a veces, y sólo a veces, la maternidad resulte desquiciante.
Por ejemplo, el maldormir de Ada. Ha sido así desde que nació, con lo que once años después no sé de qué me asombro. Una es de mente confiada y no se resiste a admitir que tiene una niña medio insomne en casa, pero es así, amigos. Mi hija no se duerme ni a la de tres (elevado a la enésima potencia, por supuesto).
Su padre, ese santo al que han salido taaaaaantas admiradoras después del último post, ha comprobado en las propias suelas de sus zapatos lo que digo. Sí, amigos, sí, porque jamás, y cuando digo jamás quiero decir nunca jamás de los jamases, conseguimos que Ada durmiera una plácida siesta en casa como hacen los bebés y otros seres recién nacidos.
A ella había que sacarla a la calle, lloviera, tronara, nevara o cayeran chuzos de punta. Y ahí iba él, su padre, beatífico desde entonces, empujando el carrito de la pequeña que ni por esas daba su pestaña a torcer. Yo me asomaba a la ventana y los veía partir con la sensación de ser una malísima madre, pues ella lloraba a grito pelado, con la cabeza ladeada de puro sueño, pero sin dejarse vencer como diciendo: “Ja, si os creéis que me voy a dormir, estáis listos…”.
Y se acababa durmiendo, claro, pero después de mucha calle y mucho paseo y no pocos constipados de su papá. Porque no bastaba con que el sueño la hubiera batido a pesar de su firme voluntad en contra. Había que mantenerla fuera todo el rato, ya que si osabas poner sólo un centímetro de la rueda delantera del carrito en el portal de casa, Ada se despertaba como accionada por un resorte mandando bien lejos al sufrido de Morfeo.
Algunos días me tocaba a mí lo del paseo siestero y me recuerdo como alma en pena deambulando por la calle. Claro, el consejo ese de que las recién paridas descansen mientras el bebé duerme está muy bien, pero ¿y si la criatura ha decidido hacerlo al aire libre? ¡Pero si hubo incluso un día en que me paré delante de una tienda de muebles y lancé un suspiro inconsciente al ver un sillón orejero!
Luego, por la noche era más de lo mismo, pero esta vez en la penumbra del hogar. Mi santo y yo seguíamos fielmente las rutinas que contaban todos los libritos y manuales sobre el tema: primero bañito, luego luz tenue, pecho y a dormir. ¡Ya! Cuando Ada era muy pequeña o me dormía yo con ella o nada de nada. Así que a las 9 de la noche me tenía que meter en la cama para que mi sueño fuera el que la indujera a dormir.
Los meses fueron pasando y mi santo intentó relevarme en la tarea. Noche tras noche. Sin ningún éxito. Así que después de unas cuantas decenas de minutos tratando de dormir a la insomne bebé, me llamaba con un silbidito característico de auxilio como implorando: “Mamá de criatura desvelada: pase por el dormitorio, por favor”. Ella tardó muy poco en aprenderse el truco, así que no había cumplido el año y ya intentaba emitir el ruidito de marras («fiu, fiu») en cuanto veía aparecer a su padre por la habitación, como sentenciando: “Mira, probar por probar es tontería, llama a mi madre y déjate de gaitas, que tú y yo sabemos cómo acaba esto”.
Y así hemos seguido todos estos años. Mientras que Teo es un lirón que cae rendido en cinco minutejos de nada, a Ada le cuesta y le cuesta y le cuesta coger el sueño. Y pregunta y piensa y reflexiona y divaga y le da por imaginar todo lo que puede caber en la cabeza de una niña de once años mientras su padre y yo tenemos que aguantarnos los ojos con palillos.
– Ada, hija, piensa en un folio en blanco y seguro que te duermes.
– De eso nada, mamá. Porque si pienso en un folio en blanco me imagino pintando con muchos colores y luego mezclándolos todos y de ahí salen tonos nuevos y luego los recorto y hago un collage y…
– Bueno, pues piensa en el mar.
– ¿En el mar? ¿Pero cómo voy a dormirme pensando en el mar? Si me imagino el mar es como si estuviera viajando en un barco alrededor del mundo y me encuentro con muchos animalitos exóticos y visito países lejanos y vivo muchas aventuras y llego a África y estoy en una tribu… ¡Mamá! ¡Mamá! ¿Te has dormido? ¡Estabas roncando!
– ¿Yo roncando? ¡¡Pero qué dices…!! Serían las olas del mar…
Y así día tras día. Cuando mi maridito y yo nos creemos en la nocturna placidez del hogar para departir sobre los pormenores del día, hacer planes o ver algún minutejo la televisión, al salón llega una vocecita que sentencia:
– No me puedo dormir…
Y allí está ella en su dormitorio, feliz y risueña, con los ojos como platos, mirando al techo de un lado para otro como preguntándose: “¿Y esto del dormir, a quién se le habrá ocurrido?”.
Cuando éramos más inexpertos que ahora le consultamos a la pediatra por el particular y ella, más por compasión que por otra cosa, nos dijo que no nos preocupáramos: que los niños que dormían poco eran muy listos.
Mira, en eso no se equivocó, porque mi niña, lista es un rato (“si es que le ha salido a su madre”, como diría su Abu). Tanto que su cerebro no se desconecta ni para dormir. Ay, sí, debe de ser eso.
Estoy por fundar una asociación de padres con niños maldormidores, aun a riesgo de ser la única integrante, porque mira que somos mentirosillos con esto: “Pues el mío duerme de maravilla”, “y solito en su habitación, que es un machote”, “yo la pongo en la cuna y en cinco minutos ya está dormida”, “uf, ¿a medianoche dices? Mis niños no se han despertado jamás de madrugada”.
De padres sufridos y troleros está el mundo lleno. A rebosar.
Yo lo confieso: mi niña duerme mal. Muy mal. Rematadamente mal. Pero aun así, sigue siendo… la perfecta niña de mis sueños.
Terry Gragera
@terrygragera
Hola Terry!!!
Suscribo todas tus palabras!!! Cómo me has hecho recordar.
Aquí otra que tiene una pequeña que no es ningún cesto!
Ay dios mío,cómo me ha sonado eso de salir con el carrito, llueva, nieve o relampaguee….
Y lo de el detector que parecía tener al acercarnos al portal, sin llevar a pisarlo…!!!
Y la de noches que salimos a diferentes horas de la madrugada para hacernos un viajecillo familiar en coche ainsss….
Y la de padres troleros que veías, que te decían toooodo lo que dormían los suyos y nosotros diciendo con cara de póker: ¿nos ha tocado el gordo sólo a nosotros…?
No me digas que a los 11 voy a seguir así!!! jejeje
A pesar de todo, para mí también es, usando tus palabras (que me han encantado…)
LA PERFECTA NIÑA DE MIS SUEÑOS….
Besazos!!
Muchas gracias, Laura!! Espero que no sigas así a los 11 😉 Muchas gracias por ser tan fiel y seguir ahí. Un abrao fuerte.
Como ya te digo seguro que no quiere dormir mucho para no perder el tiempo y poder pensar más rato….hasta para eso es extraordinaria MI NIÑA…..seguro que cuando pase un poco tiempo no echas de menos esas siestas. Besos
Seguro que no, mamá. Un beso fuerte 🙂
yo,,,soy afurtunada,,aun con 7y 9 años duermen siesta,jijiji y su padre tb..hago las camas dos veces al dia ,y aun duermen temprano de noche .son lirones como su padre….aqui la que es insomne soy yo ufff que rollo jijij
Enhorabuena, Rosi. En esta casa no sabemos lo que es una siesta ;( Pero, bueno, tal vez con los años… Un beso fuerte y muchas gracias por leerme.