Desde que cumplí los 40 me he abandonado a la calma y la madurez. Sí, sí. No me bastaba con haberme recorrido París vestida de Minion, ni con haber bailado en la Puerta del Sol de Madrid el Gangnam Style disfrazada de Fruiti.
Este fin de semana he vuelto a hacerlo. El sábado, ataviada de india en una gymkhana familiar por la Plaza Mayor, y el domingo, haciendo honor a mi personaje anterior, montando a caballo por primera vez cual Jerónima embravecida.
Del asunto del sábado sólo contaré que ganamos la contienda después de asaltar a turistas ojipláticos para que se caracterizaran de payaso, entrar en tiendas de souvenirs recitando un trabalenguas y protagonizar una improvisada manifestación, pancarta mediante, a favor de la liberación de las empanadillas.
Por su parte, del asunto del domingo sólo relataré que hoy camino en modo abertura pélvica maxi, ultra, mega, extra, súper, plus, pero que le cogí el gustillo a esto de ser una valiente amazona.
Para una mozuela como yo, que tan sólo había montado en los caballitos de la feria, fue toda una experiencia, aunque debo decir que eché terriblemente de menos a mis amigos David y Alberto A. cantando tras de mí, a dos voces, cual eunucos de una polifonía, aquello de:
Mi jaca
Galopa y corta el viento
Cuando pasa por El Puerto
Cami-ní…
…To de Je-re-e-ez
Intuyo, no obstante, que ellos, al igual que Pedro y alguno más, hubieran preferido ahondar en el arte ecuestre, pero como pupilos de una cowgirl miss camiseta mojada, para más señas.
Pero la felicidad completa no existe, queridos míos.
¡Qué le vamos a hacer!
En el devenir de la monta, mi simpático equino se desbocó por unos segundos. “Sooooooo”, lo calmé cual mujer que susurraba a los caballos. Como dijo luego mi santo, se nota que tengo experiencia en “domar a potros desbocados”. Y a caballos percherones, añadí yo.
Ada y Teo montaron también como si lo hubieran hecho toda la vida, fantaseando por esos prados de Dios con el momento en que puedan vivir su aventura salvaje.
-Mamá, ¿puedo comerme una hormiga?
– Evidentemente no, hija.
– Pues Papá me deja. Dice que un fin de semana nos vamos a ir de supervivencia a vivir sólo de las cosas que encontremos por el campo y tenemos que ir ensayando.
Es en esos momentos cuando tengo que pellizcarme para callar y recordar que mi santo es el mejor padre del mundo y que cualquier otra cosilla que pueda mancillar su intachable expediente como amoroso progenitor no debe ser tenida en cuenta ni en consideración porque… de lo contrario ¡¡¡era a él a quien mandaba bien lejos a alimentarse de coleópteros por una buena temporada!!!
Pero no. Tomo aire, respiro hondo y me aseguro de que estas tropelías no lleguen a oídos de nadie más para que no acaben pensando que estoy casada con uno que está maspalláquepacá.
Ay, ¡qué dura es la vida de la amazona en ciernes!
Y, ahora, si me disculpáis, os dejo al galope. Voy a ver si cojo la horizontal porque tengo los abductores echando humo. Si es que ya no estoy para estos trotes…
Terry Gragera
@terrygragera
no puedo añadir nada más a lo que tu madre, tan sabiamente ha dicho, comparto totalmente la opinión 😉
Mil besicos
Muchas gracias, Alicia, guapetona 🙂
Deseando que llegue el martes, que delicia de Post cualquier sucedido que cuentes (siempre Verdad yo lo sé bien), lo haces con tanta gracia y tan bien que apetece leerlo más de una vez. BESOS. !!! Genio¡¡¡
Muchas gracias, Mamá. Tú sí que eres una genia 🙂