Cuando nació Ada me parecía que no podría querer a nadie como la quiero a ella. Con un amor tan absoluto, tan gigante… Pero a los tres años llegó Teo y despertó en mí sentimientos no idénticos en la forma, pero sí en la intensidad.
Quiero a cada uno a su manera. Y eso me permite revivir el amor cada día: en los enfados, en los abrazos, en las indicaciones mil veces repetidas, en los besos de buenas noches, en los juegos, en el cansancio, en las risas, en las regañinas…
Por eso…
Siento un amor infinito cuando Teo se me acerca para decirme: “Mamá, mira qué coche más chulo”. Y mientras se aleja lo oigo: “Brummm, brummm”.
Siento un amor infinito cuando Ada me cuenta que le gustaría volver a visitar a ese niño calvito del hospital con el que ha pasado la tarde haciendo manualidades.
Siento un amor infinito cuando Teo me dice con ojos destelleantes: “Mamá, ya me sé mucho de la poesía”. Y recita: “Con diez cañones por banda/viento en popa a toda vela… ¡Ya está!”.
Siento un amor infinito cuando Ada me confiesa que es muy feliz, a pesar de que sigue llorando muchas noches por su mascota Lola.
Siento un amor infinito cuando Teo quiere compartir su hucha con todos los pobres que nos encontramos una tarde de paseo.
Siento un amor infinito cuando veo a Ada dormir abrazada a su almohada mientras pone la misma boquita de cuando era un bebé.
Siento un amor infinito cuando Teo dice que su primo favorito es Rafi, un precioso niño de 8 años con el que ha sabido encontrar un mundo común en el que ambos se buscan y se divierten, sin dejar hueco al autismo.
Siento un amor infinito cuando Ada me suplica “cinco minutos más” si le apago la luz para dormir y quiere seguir disfrutando un rato más de su lectura.
Siento un amor infinito cuando Teo me cuenta que tiene miedo y hablamos y hablamos hasta que se convence de que es todo un campeón, mi campeón.
Siento un amor infinito cuando a Ada y Teo se le iluminan los ojos al ver a un niño con síndrome de Down y saben vislumbrar todo lo bueno que hay en ciertas aventuras.
Y entonces siento que mi amor infinito se puede multiplicar aún más. Gracias a ellos. Que me han enseñado lo que es el amor verdadero.
Terry Gragera
@terrygragera
Estupendo y genial como siempre bueno buenísimo.
Ohhhh…qué tierno,qué bonito,qué verdad!
Enhorabuena x esos hijos tan sensibles y adorables!! Y enhorabuena a los papis,que algo (o mucho más bien) tendrán que ver! 😉
un besote!!
Muchas gracias, Laura. Tú sabes que hijos como la Pitigüita, Ada y Teo son los que nos despiertan estos sentimientos. Un beso enorme.
Cómo siempre eres genial, gracias terry por ser como eres.
Muchas gracias, Aurora. Un beso muy fuerte.
¡Qué bonito! ¡Qué verdades! Valeis para todo.
Un beso muy fuerte.
Muchas gracias por tu comentario, Rosa. Un fuerte abrazo.
Como me gustaría detenerme a mirar y apreciar el mundo como tú lo haces, Terri. Un besito, guapa.
Estíbaliz, viniendo de ti eso es más que un piropo… Si tú supieras lo que aprendo cada vez que nos vemos y el ejemplo que eres para mí… También hay amistades verdaderas e infinitas. Un besazo enorme.
Me encanta lo que has comentado en tu blog se ve que eso es ser una madre de verdad. Una vez me comento una amiga que no sabia lo que era un beso de su madre. Aquello me impactó tanto que no se me olvida. Muchos besos guapa sigue así de linda….
Muchas gracias, Emilia. Tengo un gran ejemplo como madre. Muchas gracias por seguirme y por tu comentario. Un abrazo.
Terry que bonitooooo; y que cierto …es el verdadero amor..
Sí, el amor verdadero. Infinito. Un abrazo