De entrada, voy a confesar algo impopular: ¡me encanta la Navidad!, así que esté o no en mi mejor momento, intento disfrutarla a tope, con todas las tradiciones familiares que nos empeñamos en cumplir año tras año, a pesar de que en estas fechas eres menos dueño de tu tiempo que nunca.
Pero para mí es una época maravillosa que me sirve para mirar atrás en el tiempo y darme cuenta de lo afortunada que soy.
Porque…
¿Quién no ha encontrado de repente en su bolso un coche de juguete o el último muñequito de moda cuando iba a sacar el monedero?
¿Quién no se ha maquillado en el coche o en el ascensor en tiempo récord después de haber adecentado a toda la familia?
¿Quién no se ha quedado petrificada delante del frigorífico preguntándose ‘y-qué-hago-yo-hoy-de-cenar-para-estos-niños’?
¿Quién no ha tenido que recoger del suelo mil veces: zapatos, pelotas, pelusas, macarrones, cojines, horquillas, lápices y otros enseres de incierta procedencia?
¿Quién no ha cosido rodilleras, eliminado “tomates” de los calcetines y comprobado que esa mancha de chocolate no sale, no, tal como había pronosticado?
¿Quién no ha tenido que disimular que se había olvidado de hacer raíces cuadradas y fracciones y que eso de los morfemas flexivos le sonaba a puro y genuino chino mandarín?
¿Quién no ha deseado ver una película de mayores para acabar sonriendo ante la enésima de Disney mientras intentaba no perecer sepultada por una montaña de abrigos?
¿Y quién no se ha sentido exhausta en el sillón, pero ha pegado un bote a la voz de “mamá, tengo frío”?
Pues por todo eso y mucho más, esta “quien” se siente feliz y cruza los dedos para que en 2015 todo todito se vuelva a repetir.
A vosotros también os lo deseo.
Nos leemos en 2015, Periquitos. Que lo “pieis” muy bien.
Terry Gragera
@terrygragera
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