Me vais a perdonar, pero aprovechando que mis padres tienen la tablet rota y no pueden leer esto que aquí escribo, me lanzo a tratar un tema espinoso.
Sí, porque como todos sabréis, y aunque una haya pasado de los 20, de los 30 y hasta de los 40… las hijas no hablamos (y mucho menos) practicamos sexo. Tenemos los hijos por inseminación transubstancial, con sólo desearlo, porque nosotras no hacemos “eso”. Faltaría más. Lujuria: mala, mala, mala. Lascivia: quííííííííía. Desenfreno: fus, fus.
Todo esto viene a cuento del dichoso y quimérico anuncio de Vaginesil. Sí, habéis acertado, ese que con una cremita mágica hace decir a una mujer de su casa: “Yo es que no veo la hora de que los niños se vayan a dormir…”. ¿Perdonaaaaaaa?
O sea, lo que tú me estás vendiendo es que después de 16 horas en pie, ¿estás deseando que tus niños plieguen la pestaña para cumplimentar a tu marido? No hija no. Que me dan ganas de llamar a David Civera para que te cante eso de: “Que la detengan, que es una mentirosa, malvada y peligrosa…”.
Que sabemos de qué va la película… Si eres madre, tú lo quieres es que tus niños se vayan a la cama cuanto antes, pero para alguna de estas nobles tareas:
a. Hacer la comida del día siguiente, tender una lavadora, poner otra y recoger la cocina.
b. Dejarte caer en el sofá por primera vez en todo el día para que tu santo te arrebate el mando a los cinco minutos porque empieza una tertulia futbolera.
c. Caer inconsciente en tu propia cama, pero eso sí, tapada hasta las cejas con un pijama de franela para no dar pie a nada… pero a nada de nada (y si hace falta simular un ronquido anti-eros, se simula, oye).
¿Y bien? Pero si no está la opción de gozar en el lecho conyugal cual poseída por el espíritu de Nefertiti. ¡Pues no! Las madres queremos dormir, dormir y descansar, a partes iguales. Pero qué se habrá creído la del anuncio…
Tal vez porque desde hace unos días estaba dándole vueltas a la idea de escribir sobre las relaciones carnales (uy, uy, qué fuerte), me han llamado la atención dos testimonios contrapuestos de esos que circulan por Internet. Uno, el de una mujer que asegura que tras una sequía conyugal de las buenas buenas se propuso practicar el coito todos los días durante un año (tranquilos, varones, dejad de aplaudir con las orejas) y otro, el de una reciente mamá que confiesa haber estado un año sin tener sexo (¿veis, queridos maridos, cómo hay casos peores que el vuestro?).
He pensado sobre uno y otro caso para no llegar a ninguna conclusión. Porque al margen de los propósitos de “dar vidilla” a la relación, y aunque tu santo siga siendo guapérrimo y/o sexérrimo, como el mío, luego el día a día te aplatana y a ciertas horas una yanoestápaná.
Una. Porque uno sí que está. Para dispendios erótico-festivos y para lo que le eches. ¿No podría Iker Jiménez estudiar esto en Cuarto Milenio en vez de perder el tiempo con fantasmas azules que no existen?
“Esta noche abordamos el increíble caso del varón (del latín varonis, que significa fuerte, esforzado). Ese macho común que provenga de donde provenga, atesore los años que atesore y sufra los problemas que sufra… ¡siempre tiene ganas! Es así, amigos, al hombre siempre le apetece la cópula, la coyunda, la fornicación. ¿Fue así desde siempre? ¿Qué dicen los archivos ocultos de la NASA? Tenemos cacofonías para desentrañar este misterio y en el plató nos acompañan…”.
Mientras Iker se decide o no a batir récords de audiencia con el programa, qué se le va a hacer, las raritas seguiremos pareciendo nosotras, las sufridas mujeres que aguantamos cada noche esa mirada perdida que incrimina: “¿Pero hoy tampoco toca?”.
Claro, si es que están muy mal acostumbrados. Porque encienden la tele para sulfurarse con Pedrerol y Punto Pelota, les sale la del Vaginesil con esa mirada picarona como si en su jardín cada noche floreciera un geranio… ¡Y ya la tenemos liada! Aunque sea por comparación…
Estoy por patentar yo otra cremita. Pero esta vez para ellos. Sólo os digo que tendría bromuro en su composición. Ay, mujeres, cuánto me lo vais a agradecer…
Terry Gragera
@terrygragera
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