Un cumpleaños más y un cargo menos

30 Jul

tartaOK
A mi madre le encanta maquillar ciertas realidades, y una de las circunstancias en que pone más empeño es en mi edad. Supongo que me sigue viendo como esa niña que decía “ciquedas de báculo” por tijeras de plástico, así que cuando le espeto: “¡Que cumplo 42!”, me responde como si tal cosa: “Ah no, de eso nada”.

Puestos a elegir, no sé si lo prefiero a la sinceridad de mis hijos: “Mamá, estás un poquito vieja…”. Esto, esto me faltó para castigarlos con una clase magistral sobre la diferencia entre manchas y pecas y arrugas y líneas de expresión.

¿Pero es que en esta familia no hay término medio? A mi madre la dejo por imposible, y Ada y Teo se salvaron porque me prepararon una hipocalórica tarta de cumpleaños: mousse de chocolate, galletas, cobertura fondant, virutas de cacao y unas rositas de pitiminí de azúcar… coronadas por los numeritos de marras: 42. (4-2, ¿alguien para línea?, ¿alguien para bingo?).

Debo confesar que, después de pasar la barrera de los 40, no me asusto igual ante mis cumpleaños. Superado el sofocón del cambio de década, ya no me siento como en caída libre, ya no se me escapan los lagrimones cuando rememoro la juventud perdida, ya no me veo mayor. Ahora me considero directamente… ¡senil! Y presa de un ataque de pánico.

Porque los 40 parecen el horror de los horrores, pero están tan compactos y redonditos, que es como si no fueran en serio. El verdadero drama viene después: cuando empiezan a caer inmisericordemente los demás. 41 (ay, mira tú), 42 (gensanta), 43 (bueno, tampoco hay que exagerar)…

Este cumpleaños me ha pillado en la playa, y eso me ha obligado a torturar a mi santo a destajo. “¿A que ésa está mucho peor que yo?”, ¿quién está más gorda: la del bikini rojo (que-ya-le-vale) o yo?”. Y así sucesivamente.

Lo bueno es que, tras lo contemplado, he tomado una determinación. Yo, que me había autoproclamado con todos los honores presidenta vitalicia de CI (Celulíticas Invadidas), he decidido dimitir (a ver si cunde el ejemplo) de todos mis cargos. Porque si hay que ostentar se ostenta, pero habiendo quien merece más esa distinción, no quiero yo ser desconsiderada con los méritos ajenos. Así que me quedo con mi piel de naranja, pero sin complejos.

Mi próximo objetivo es pasar a ser una madurita interesante. Así que, para ir adelantándome a lo que viene, ya me he puesto el flequillo que Michelle Obama se calzó por sus 50 años. “Quítate eso, que te pareces a Angela Channing”, me ha dicho mi madre al verme, pero yo, como el que oye llover.

Que esto de la edad es algo muy serio. Tanto, que he empezado a preocuparme de verdad al descubrir cómo me gusta ahora que me piropeen al pasar junto a un andamio. Y eso sí que no. Aunque pensándolo bien, va a ser que en el fondo-fondo estoy hecha una chiquilla; ¡ay, cuánta razón tiene mi madre!

Terry Gragera
@terrygragera

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4 respuestas hasta “Un cumpleaños más y un cargo menos”

  1. Rosa 18 agosto, 2013 a 22:04 #

    Abro el ordenador tras una buena temporada y lo primero es muchas felicidades.
    La vida playera hace pensar…..pero me ha gustado mucho tu análisis sobre las edades.
    Un beso.

    • Terry 19 agosto, 2013 a 11:16 #

      Muchas gracias, Rosa. La edad y sus subjetividades, ¿verdad? 😉 Un fuerte abrazo.

  2. Laura 6 agosto, 2013 a 22:31 #

    Muy bueno,como de costumbre!
    Muchas Felicidades atrasadas!!

    • Terry 7 agosto, 2013 a 13:03 #

      Muchas gracias por duplicado. Un besazo, Laura. 🙂

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