Una de coches y buenrollismo paternal

23 Jul

kiraOK

Comencemos por el principio. Diría que “me llena de orgullo y satisfacción” la acogida que ha tenido Mamá, Periquito me quiere pegar, pero como la Corona está en horas bajas, mejor ni mentarla. Así que con toda mi plebeyez a cuestas os agradezco de corazón vuestros primeros comentarios,vuestras primeras palabras de ánimo, vuestras suscripciones al Blog. Estáis todos los que esperaba (amigos, familiares, compañeros, jefes…) y alguna sorpresa, porque hasta el clero y un alcalde revolucionario me siguen (¡bienvenidos, Rosario y José Antonio!), así que esto tiene que salir bien…

Ésa que veis en el dibujo de Ada no soy yo con algunos kilillos de más y una depilación de labio superior pendiente, no. Es nuestra cobaya, Kira, con su equipaje a cuestas, dispuesta a tomarse vacaciones con nosotros. Pienso, heno, mordedores, la jaula de estar, la jaula de paseo, el bebedero grande, el bebedero pequeño… y medio maletero lleno. Porque, queridos míos, ya no somos cuatro de familia, ahora somos cinco (¡no hiperventiles, mamá!), porque Kira-se-viene.

Bueno, preciso: Kira-se-venía. Nos acompañaba hasta el momento en que nuestro cochecito la armó. Algunos ya sabéis que nuestro encantador utilitario tiene vida propia. Y lo ha vuelto a demostrar.

Es, sencillamente, “adorable”. Pensando en el bienestar de la pobre cobaya, que se iba a chupar 800 kilómetros de viaje, decidió pararse al inicio de la ruta para que nos lo replanteáramos. Y vaya si lo hicimos. Exactamente, mientras la grúa nos volvía a remolcar y mi hermano Fernando nos martilleaba con el soniquete de “ya os dije yo que no os comprarais un coche con frenos de tambor”.

Así es la vida, un déjà vu constante. Porque la primera vez que, en plenas vacaciones, el coche te deja tirado, pones sonrisita de medio lado y dices aquello de: “No pasa nada, que todos los problemas fueran éstos”. Pero la segunda vez (¡y en cuatro meses!), sólo te brota un “voy-a-cag…-en-todo-lo-que-se-menea”.

Pero no puedes hacerlo. Porque ahí están tus hijos. Escrutándote con la mirada. Ávidos por pillarte en un renuncio. Mascullando algo como “a ver donde os metéis ahora eso de que hay que ser positivos y no alterarse por los problemas”. En las gónadas suprarrenales, hijos, en las mismísimas gónadas suprarrenales nos lo metemos.

Porque educar sobre el papel es muy fácil, ¡que viva el buenrollismo paternal!: no hay que perder nunca los nervios ni la compostura, hijos; hay que ser educados, hijos; todo siempre con buenas palabras, hijos; la sonrisa en la boca, hijos; la amabilidad ante todo, hijos… Pero ellos te están esperando, sí, aguardan con fruición tu momento: ése en el que mandarías a tomar… bocanadas de aire fresco a todos tus principios para poder lanzar improperios por doquier y desahogarte como está mandado.

Y una se debate descarnadamente, con el hilillo de baba ácida escurriéndosele por la boca y el insulto glotis arriba, glotis abajo: mmm, mmmm, mmmmm… Y entonces las ves: son las pupilas de tus hijos clavadas en las aletas de tu nariz, que se ensanchan por momentos, y tienes que soltar un ¡ay! porque has decidido morderte la lengua, aun a riesgo de intoxicarte, en lugar de volver a ser masa enfurecida por encima de madre.

Así que aquí estamos, sin Kira, que se ha quedado sin vacaciones, bajo la vigilancia de esa beatífica mujer que es mi suegra, a la que hemos cambiado bicho por coche. Ella cuida de la cobaya y nosotros sacamos a pasear a su automóvil. Creo que es justo, ¿no? Si por algo es santo mi imponderado esposo… ¡la genética!

Y mientras, en el Taller, una factura destelleante espera amargarnos el verano. Pero no, eso sí que no. Y menos delante de los niños. No pienso dejarles descubrir que su madre puede ser demoniaca si el cochecito de marras se lo propone.

Así que a sonreír y a cantar las bondades de la vida, que estas mis criaturas crecerán y ya tendré tiempo de vengarme esplendorosamente del turbo, de los inyectores y de la mismísima fábrica que los engendró. ¡Por éstas!


Terry Gragera
@terrygragera

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