Como dice Teo, “de tal palo, tal espina”. Y en su caso es así. No ha salido obcecado ni cabezota ni testarudo ni tozudo como su padre. Mi hijo es persistente, constante, perseverante, tenaz… como su madre. Por eso ha pasado exactamente 365 días con Papá Noel y compañía pegados en las ventanas de su habitación. Se propuso mantener la decoración navideña durante un año y a fe que lo ha conseguido.
Así que en nuestra humilde morada, y con pleno derecho, ¡ya es Navidad! En el Belén lucen ilustres figurillas como el Pipinet (a falta de un Caganet como Dios manda), y en el Árbol se han hecho fuertes los adornos imposibles que llevamos recopilando desde que mi santo y yo celebramos nuestra honey moon en Londres un mes de octubre de hace 15 años.
Sea agosto, marzo o noviembre, cada vez que salimos en familia por ahí compramos un adorno para el arbolito. Así que luego el pobre abeto luce desde un jamoncito de resina de la Alpujarra hasta una casita alemana, un indalo de Almería o ¡por fin! un Papá Noel de Lego comprado en el mismísimo mes de julio en tierras teutonas. Todo muy kitsch. Pero oye, es empezar a desembalar regalitos y subirte así una emoción al pecho, un cosquilleo abdomino-gutural recordando buenos momentos que nada más que por eso merece la pena el engendro visual.
Además, como en toda casa con niños que se precie, nuestro Belén tiene sutiles remiendos: un decapitado por allí, un gatito a medio orejear e incluso la Virgen María sin mano derecha. Solera o pátina vintage, que se llama.
He de confesaros que aunque soy una rendida enamorada de la Navidad, poco me falta para que a 6 de enero acabe con sobredosis de valerianas. Y no penséis mal, no es porque insinúe que lo que de verdad estropea las fiestas es pasarlas en familia, que pa-ra-na-da, ni porque acabe hasta los cuernos de Rudolph de que los mildoscientostreintaycinco grupos de Whatsapp en los que algún alma caritativa me ha incluido (sin preguntar) me bombardeen a mensajitos con la bruja de la suerte y el papá Noel exhibicionista, que en absoluto. Ni siquiera porque todos mis conocidos se empeñen en buscar un hueco (“¡a ver si nos vemos!”) justo en esos 15 días cuando hay otros 350 totalmente libres. No, no es eso.
Es que… Se trata de… Bueno, ya os lo cuento en otra ocasión.
Lo importante ahora es disfrutar y encarar el nuevo año con fuerza. Sí, de esa que emplean las suegras para decirte cuááááánto te quieren o tal vez fulminarte con la mirada; ya sabéis, queridos todos, que la energía ni se crea ni se destruye, sino que se transforma, como el espíritu de la Navidad que nos llena de gozo y parabienes el corazón.
Para el 2014 voy a hacer propósito de enmienda y tal como decía Ada con dos añitos: “Ya no voy a pegar ni morder ni arañar ni meter el dedo en la oreja ni meter el dedo en el ojo”. Pues yo igual, pero en adulto.
Mientras lo pienso detenidamente, os dejo hasta el día 7 de enero. Ponedme a los pies de vuestras madres políticas y, sobre todo, sed muy, pero que muy felices, Periquitos. Me encanta despedir el año en vuestra compañía. ¡Nos piamos en 2014!
Terry Gragera
@terrygragera
Tenemos que esperar tanto para saber?
Piénsatelo, igual en algún momento te sientes un pelín aburrida y te animas a escribir la segunda parte, sin presiones, pero piénsatelo, que yo te voy a guardar un ratito para leerlo con todo mi cariño.
Y si no tienes ese ratito, pues supongo que es porque estás disfrutando de familia y amigos, así que estás disculpada.
De cualquier modo, gracias por dejarnos estos preciosos trocitos de ti
Muchas gracias por tus palabras. Yo también escribo con todo mi cariño. Voy a dejar descansar a mi neurona durante esta Navidad 😉 y vuelvo en enero con toda la fuerza del mundo. Un beso y mil gracias por tu fidelidad.
Me gusta como redactas esas historias tan bonitas con tus hijos ,y feliz Navidad
¡Muchas gracias, Ana! Las escribo con mucho cariño. ¡Feliz Navidad también para ti!